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22 septiembre 2009 2 22 /09 /septiembre /2009 13:39



Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo.
Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.
 
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino,
decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha.
Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño.
Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados.
De repente, empezó a escucharse una voz que decía:
 
- ¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
 
Así una y otra vez, insistente y monótonamente.
Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed,
impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja,
que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento,
fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua.
 
Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz.
Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos.
Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
 
- ¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!
 
El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales,
fabrica problemas imaginarios y ficticios,
teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.

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21 septiembre 2009 1 21 /09 /septiembre /2009 12:07


Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió.
El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas,
y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño.
 
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza.
Así transcurrieron algunos años.
 
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó.
Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba
como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
 
- Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
 
Pero el tigre-oveja baló asustado.
 
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen.
 
Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja,
hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla.
 
- Pruébala, le ordenó el tigre.
 
Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne.
En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre
y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza.
 
El Maestro dice: El ser humano común está tan identificado con la burda máscara de su personalidad
y su ego que desconoce su genuina y real naturaleza.

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20 septiembre 2009 7 20 /09 /septiembre /2009 13:27


El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado.
Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía.
Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad,
siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.
 
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó.
Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano,
pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad,
encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando
y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad
para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego,
que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla.
 
Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas;
después, en un remotísimo confín del espacio sideral.
Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela,
preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad.
 
Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos
y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas,
porque antes o después hallaría esas tierras.
Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales,
porque un día el hombre exploraría todo el universo. “?Dónde ocultarla?”,
continuaba preguntándose al amanecer.
 
Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina,
al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría
la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo.
Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.
 
El Maestro dice: Busca dentro de ti mismo. “Desafía” a Dios y róbale la suprema felicidad.

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19 septiembre 2009 6 19 /09 /septiembre /2009 12:27


Era un hombre que había sido encarcelado.
A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior.
Todos los días se asomaba al ventanuco, y,
cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas,
estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido.
Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
 
- Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
 
Y el preso contestó:
 
- ¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí.
¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
 
El Maestro dice: Por falta de discernimiento puro, no sólo estás en cautiverio,
sino que ni siquiera llegas a darte cuenta de que lo estás.

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18 septiembre 2009 5 18 /09 /septiembre /2009 13:02


Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años,
pero había mantenido la consciencia clara como un diamante,
aunque su rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo.
Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río.
 
Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espirituales
y le preguntaron qué debían hacer para adiestrarse en la verdad.
El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo:
 
- Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo, duermo;
cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando muero, muero.
 
Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla del río su decrépito cuerpo.
 
El Maestro dice: La verdad no es una abstracción ni un concepto.
Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora,
de instante en instante.

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17 septiembre 2009 4 17 /09 /septiembre /2009 13:59


He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y,
dirigiéndose al pollero, le dijo:
 
- Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo.
¿Cuánto pesa éste?
 
El pollero repuso:
 
- Dos kilos, señor.
 
El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:
 
- Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.
 
Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido.
El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión.
Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:
 
- No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.
 
Permaneció unos segundos en la trastienda.
Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
 
- Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
 
- ¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
 
- Tres kilos – contestó el pollero sin dudarlo un instante.
 
Y entonces el cliente dijo:
 
- Bueno, me quedo con los dos.
 
El Maestro dice: En un atolladero tal se halla todo aspirante espiritual
cuando verdaderamente no se compromete con la Búsqueda.

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16 septiembre 2009 3 16 /09 /septiembre /2009 13:41

 

Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas
que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos.
En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta,
un peregrino y un brahmín. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios
cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo:
 
- Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo
y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades
y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.
 
Entonces intervino el peregrino para explicar:
 
- Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero,
por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo
y doy al Señor las que caen dentro del mismo.
 
Por último habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
 
- También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo
y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios
y las que caen las guardo para mis necesidades.
 
El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas.
Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.

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15 septiembre 2009 2 15 /09 /septiembre /2009 12:39


Se trataba de un perro callejero.
 
Le gustaba curiosear todos los rincones e ir de aquí para allá.
Siempre había sido un vagabundo y disfrutaba mucho con su forma de vida.
Pero en una ocasión penetró en un palacio cuyas paredes estaban recubiertas de espejos.
El perro entró corriendo en una de sus acristaladas estancias
y al instante vio que innumerables perros corrían hacia él en dirección opuesta a la suya.
 
Aterrado, se volvió hacia la derecha para tratar de huir,
pero entonces comprobó que también había gran número de perros en esa dirección.
Se volvió hacia la izquierda y comenzó a ladrar despavorido.
Decenas de perros, por la izquierda, le ladraban amenazantes.
Sintió que estaba rodeado de furiosos perros y que no tenía escapatoria.
Miró en todas las direcciones y en todas contempló perros enemigos que no dejaban de ladrarle.
En ese momento el terror paralizó su corazón y murió víctima de la angustia.
 
El Maestro dice: La percepción errónea conduce a la muerte espiritual.
Sólo el discernimiento purificado abre una vía hacia el despertar definitivo.

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14 septiembre 2009 1 14 /09 /septiembre /2009 13:29

 

He aquí que un día la oscuridad se percató de que la luz cada vez le estaba robando mayor espacio
y decidió entonces ponerle un pleito. Tiempo después, llegó el día marcado para el juicio.
La luz se personó en la sala antes de que lo hiciera la oscuridad.
 
Llegaron los respectivos abogados y el juez. Transcurrió el tiempo,
pero la oscuridad no se presentaba. Todos esperaron pacientemente,
pero la oscuridad no aparecía. Finalmente, harto el juez y constatando que la parte demandante no acudía,
falló a favor de la luz.
 
¿Qué había sucedido?
¿Cómo era posible que la oscuridad hubiera puesto un pleito y no se hubiera presentado?
Nadie salía de su asombro, aunque la explicación era sencilla:
la oscuridad estaba fuera de la sala,
pero no se atrevió a entrar porque sabía que sería en el acto disipada por la luz.
 
El Maestro dice:
La luz es consciencia y sabiduría,
en tanto que la oscuridad es ofuscación y estrechez de miras.
Si te estableces en la sabiduría, ¿hay lugar para la ofuscación?

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13 septiembre 2009 7 13 /09 /septiembre /2009 13:20

 


El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días.
Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas,
entre otras por qué los seres humanos no eran mejores.
Sin poder resolver este último interrogante,
pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano
y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.
 
Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
- Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
- He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas,
que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro
y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
 
- La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
- A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-.
¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
 
–Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan,
en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes
y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior
y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego,
muy poco que ver con la verdad ordinaria.
 
El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
 
- De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos,
puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.
 
El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad.
Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad.
Se hizo público lo siguiente:
“Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada.
Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.
 
Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad.
Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente.
El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
 
- ¿Adónde vas?
 
- Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.
 
El capitán aseveró:
 
- No lo creo.
 
- Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
 
- Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-,
habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso,
no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
 
- Así es -afirmó el ermitaño-.
 
Ahora usted sabe lo que es la verdad… ¡Su verdad!

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