Cada día la vida te ofrece una página en blanco del libro de tu existencia.
Tu pasado ya está escrito y no puedes corregirlo;
en sus páginas amarillas puedes encontrar tu historia, algunas con suaves colores,
otras con oscuros matices...
Recuerdos bellos de tiempos gratos o páginas que quisieras arrancar para siempre...
Este día tienes la oportunidad de escribir una página más.
Está únicamente en tus manos escoger los colores que tendrá,
pues aún en la adversidad puedes poner matices de serenidad para convertirla en una bella experiencia.
¿Cómo escribirás el día de hoy?
Sólo depende de tu voluntad y optimismo hacer que la página del día de hoy en el libro de tu vida,
sea una página que en el futuro puedas atesorar como un bello recuerdo.
Si supieras que sólo vas a vivir un día más, ¿qué harías?
Sin duda, te pondrías en paz con Dios y con los que te rodean,
disfrutarías de los rayos del sol, de la suave brisa, de la alegría de tus hijos,
del amor de tu pareja, de tantas bendiciones que la vida nos pone al alcance de la mano
y que muchas veces no sabemos valorar.
Disfruta este nuevo día, haz un inventario mental de todas las cosas buenas que existen en tu vida
y vive cada hora con buen ánimo, dando lo mejor de ti, no dañes a nadie
y siéntete feliz de estar vivo, de poder regalar una sonrisa,
de ofrecer tu mano y tu ayuda generosa.
Nunca es tarde para cambiar el rumbo y empezar a escribir páginas de dicha
y paz en el libro de la vida.
Agradece a Dios el regalo que te da hoy y la oportunidad de convertir este día
en una página bella del libro de tu existencia. Recuerda que a pesar de todas
las situaciones adversas, está únicamente en tus manos vivir el día de hoy...
...como si fuera el primero, como si fuera el último,
como si fuera el único en el libro de tu vida.
¡Que todos tus días sean dichosos y estén llenos de paz!
¡¡¡Vive!!!!
¡Que tengas un lindo día!
Erase en cierta ocasión un cuervo, el de más negro plumaje, que habitaba en el bosque
y que tenía cierta fama de vanidoso. Ante su vista se extendían campos, sembrados
y jardines llenos de florecillas... Y una preciosa casita blanca, a través de cuyas
abiertas ventanas se veía al ama de la casa preparando la comida del dia.
-Un queso!- murmuró el cuervo, y sintió que el pico se le hacía agua.
El ama de la casa, pensando que así el queso se mantendría más fresco,
colocó el plato con su contenido cerca de la abierta ventana. -que queso tan sabroso!-
volvió a suspirar el cuervo, imaginando que se lo apropiaba Voló el ladronzuelo hasta la ventana,
y tomando el queso en el pico, se fue muy contento a saborearlo sobre las ramas de un árbol.
Todo esto que acabamos de referir había sido visto también por una astuta zorra,
que llevaba bastante tiempo sin comer. En estas circunstancias vio la zorra
llegar ufano al cuervo a la más alta rama del arbol. -Ay, si yo pudiera a mi vez robar a ese ladrón!
-Buenos días, señor cuervo. El cuervo callaba. Miró hacia abajo y contempló a la zorra,
amable y sonriente. -Tenga usted buenos días -repitió aquella, comenzando a adurarle
de esta manera. -Vaya, que está usted bien elegante con tan bello plumaje!
El cuervo, que, como ya sabemos era vanidoso, siguió callado, pero contento al escuchar
tales elogios. -Sí, sí prosiguió la zorra. Es lo que siempre digo.
No hay entre todas las aves quien tenga la gallardía y belleza del señor cuervo.
El ave, sobre su rama, se esponjaba lleno de satisfacción. Y en su fuero interno estaba
convencido de que todo cuanto decía el animal que estaba a sus pies era verdad.
Pues, acaso había otro plumaje más lindo que el suyo? Desde abajo volvió a sonar,
con acento muy suave y engañoso, la voz de aquella astuta: -Bello es usted, a fe mía,
y de porte majestuoso. Como que si su voz es tan hermosa como deslumbrante es su cuerpo,
creo que no habrá entre todas las aves del mundo quien se le pueda igualar en perfección.
Al oír aquel discurso tan dulce y halagueño, quiso demostrar el cuervo a la zorra
su armonía de voz y la calidad de su canto, para que se convenciera de que el gorjeo
no le iba en zaga a su plumaje. Llevado de su vanidad, quiso cantar.
Abrió su negro pico y comenzó a graznar, sin acordarse de que así dejaba caer el queso.
Que más deseaba la astuta zorra! Se apresuró a coger entre su dientes el suculento bocado.
Y entre bocado y bocado dijo burlonamente a la engañada ave: -Señor bobo,
ya que sin otro alimento que las adulaciones y lisonjas os habéis quedado tan hinchado y repleto,
podeis ahora hacer la digestión de tanta adulación, en tanto que yo me encargo de digerir este queso.
Nuestro cuervo hubo de comprender, aunque tarde, que nunca debió admitir aquellas falsas alabanzas.
Desde entonces apreció en el justo punto su valía, y ya nunca más se dejó seducir por elogios inmerecidos.
Y cuando, en alguna ocasión, escuchaba a algún adulador, huía de él, porque,
acordándose de la zorra, sabía que todos los que halagan a quien no tiene meritos,
lo hacen esperando lucrarse a costa del que linsonjean.
Y el cuervo escarmentó de esta forma para siempre.
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
Vicente Aleixandre
Procris en la mitología griega, era hija de Erecteo, rey de Atenas y su esposa, Praxitea. Se casó con Céfalo, el hijo de Deyoneo. Procris tenía por lo menos dos hermanas, Creúsa y Oritía. La versión más antigua de la historia de Procris proviene de Ferécides de Leros. En esta se cuenta que Céfalo decidió permanecer fuera del hogar durante ocho años, porque quería poner a prueba la fidelidad de Procris. Al volver, la sedujo estando disfrazado y así comprobó su infidelidad. Aunque luego se reconciliaron, Procris sospechaba que Céfalo tenía un amante, ya que se ausentaba con frecuencia para ir a cazar. Un criado le dijo que Céfalo llamaba constantemente a Néfele (la nube) para que fuera con él. Procris decidió seguirlo a escondidas la siguiente que él fuera a cazar; luego de esperar durante algún tiempo, al oír a su marido decir el nombre de Néfele, saló del matorral donde se ocultaba. Al hacer esto asustó a Céfalo quien lanzó una jabalina pensando que era un animal que quería atacarlo, quitándole la vida en el acto. En una versión narrada por Ovidio, la diosa del amanecer, Eos, (Aurora para los romanos), raptó a Céfalo mientras estaba cazando, pero aunque los dos llegaron a tener una relación y procrear tres niños, Céfalo no podía olvidar a su amada Procris. Eos, molesta, devolvió a Céfalo con su esposa, pero le dijo que podía demostrar que Procris iba a ser seducida por un extraño. Céfalo entró en casa de Procris con un disfraz, con la intención de seducirla. Ella aceptó, por lo que quedó comprobado lo dicho por Eos. Apolodoro da una caracterización completamente diferente de Procris. Afirma que Procris fue sobornada con una corona de oro para dormir con Pteleón, pero fue descubierta en su cama por su marido. Después ella huyó de su esposo con Minos, al cual ayudó a curarse de su enfermedad genital, por lo cual se le otorgó un perro al cual no se le escapaba ninguna presa y además una jabalina infalible. Apolodoro escribe que ella le dio el perro a su marido y, así, se reconciliaron. Higino dice que el perro y la jabalina fueron regalos de la diosa Artemisa (no de Minos) y Antonino Liberal escribe que ella se disfrazó de como un joven para seducirlo y que Céfalo cayó en la trampa. Al haber caído los dos en el mismo ardid, terminaron reconciliándose.
Un día Meher Baba preguntó a sus Mandalíes lo siguiente:
Por qué las personas se gritan cuando están enojadas.
Los hombres pensaron unos momentos:
Porque perdemos la calma, dijo uno, por eso gritamos.
Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó Baba.
¿No es posible hablarle en voz baja?
Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfizo a Baba.
Finalmente, él explicó:
Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho.
Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse.
Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse
uno a otro a través de esa gran distancia.
Luego Baba preguntó:
¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?
Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente...
¿Por qué?
Porque sus corazones están muy cerca.
La distancia entre ellos es muy pequeña.
Baba continuó:
Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede?
No hablan, solo susurran y se acercan más en su amor.
Finalmente, no necesitan siquiera susurrar.
Solo se miran y eso es todo.
Así es, ¡¡¡cuán cerca están dos personas cuando se aman!!!
Luego Baba dijo:
Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen.
No digan palabras que los distancien más.
Llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso.
Erase una montaña tan pero tan alta, que nunca era posible ver la cumbre;
primero porque la vista no podía llegar tan alto y segundo porque ella siempre
estaba cubierta de nubes, de muchas nubes; sólo el viento podía llegar a esa altura.
En el tope de la montaña habían algunas piedras, siempre acurrucadas por el frío,
no había animales y en ella habitaban dos árboles; ellos eran muy valientes porque eran
los únicos capaces de vivir en ese sitio, donde siempre habían nubes, y casi no había Sol.
Los dos árboles estaban uno al lado del otro y ambos eran muy altos,
tan pero tan altos que ni siquiera con la imaginación más grande era posible ver sus copas.
Uno de ellos era un Roble, muy elegante, duro y serio; él se creía el árbol más fuerte
y bello de todo el mundo; a su lado el otro árbol era un Pino, también muy elegante,
pero no tanto como el Roble, era más blando y tierno, no tan fuerte,
pero sí tan alto como el Roble; sus puntas estaban a la misma altura,
claro con ciertas pequeñas dudas: el Roble era considerado como el mejor de los dos.
Un día de Diciembre, que era el mes de mayor frío, un viento del Sur sopló y sopló,
ambos árboles sintieron que ese viento no era igual al de todos los días,
era más caliente como son los vientos del Sur, era mucho más fuerte,
entonces el Roble se dijo:
Con mi fuerza y mi poder no hay viento que me asuste.
El Pino, un poco mas sencillo, se dijo:
Ese viento es peligroso, no se calma, mas bien aumenta de intensidad; esto no me gusta.
El Viento sopló más y más fuerte, algunas de las piedras del piso
se movieron de su sitio e incluso, algunas se hundieron en la tierra,
las nubes se movieron con tal rapidez que sólo se les veía por un instante
y ahí no terminó todo; el viento se puso aún más fuerte. El Roble no temía,
él era fuerte y duro, y aguantaría cualquier cosa; el Pino que era más blando se comenzó
a doblar y a doblar, e incluso hubo momentos en los cuales la punta del Pino tocó el piso,
este sentía por eso gran dolor, pero se doblaba y no se partía.
El Roble comenzó a doblarse y doblarse, pero era tan rígido y fuerte que al no permitir
que él mismo se doblara, empezó a resquebrajarse y a perder sus ramas.
El Pino lo observó y le dijo:
Déjate doblar, así no te partirás.
Pero el orgulloso Roble, le contestó:
No, yo soy fuerte y no me doblaré, yo aguantaré, ya tu verás.
Al Pino no se le partió ni una sola rama, pero el Roble al no permitir que sus ramas
se doblaran, empezó a perderlas e incluso perdió parte del tronco; el Pino le decía:
Amigo, si no te doblas, te vendrás abajo, no te resistas.
Y el Roble le contestaba:
No permitiré que mi cuerpo, hermoso y elegante, se doble.
El viento sopló más fuerte, tan fuerte que ya las palabras no se oían;
sólo se escuchaba el chirrido agudo que atormentaba los oídos y que sólo lo produce
el viento al soplar muy fuerte. En ese momento el Roble comenzó a partirse por la mitad;
el Pino viendo aquella situación decidió doblarse al máximo y así al acercarse,
pudo soportar el peso del Roble y logró que éste no se partiera y muy poco a poco,
fue logrando que el Roble se doblara hacia él, siempre, el Pino sosteniéndolo
y de esa manera el Roble pudo tolerar la inmensa furia del viento.
Poco a poco el viento pasó, tardó días en dejar de soplar por completo,
el Pino sentía un gran cansancio, no sólo por luchar contra el viento,
sino por tener que soportar el enorme peso del Roble para que éste no se partiera,
y por ello el Pino, nuestro amigo, quedó extenuado. Al terminar de soplar el viento,
el Roble se pudo enderezar y el Pino quedó doblado, había sido tanto el esfuerzo
que no pudo enderezarse; el Roble había perdido parte de su tronco, muchas hojas y ramas,
pero estaba todavía en pie y al ver al Pino doblado le dijo:
Amigo Pino, ¡que gran amigo eres tú!, te has sacrificado por mi,
que incluso te despreciaba por tu debilidad; me has demostrado que la debilidad
en algunos momentos de la vida, es lo que más fuerza nos da y que hay que ser flexible
y eso te permite tolerar los vientos más fuertes, y me has enseñado que la fuerza
esta en la amistad y en la tolerancia. Gracias, querido amigo, de los dos,
tu eres el más fuerte y aún doblado, eres el más bello de nosotros dos.
Y así, luego de ese gran susto, ambos árboles estando aún de pie, fueron grandes amigos
y lograron crecer aún mucho más, con el tiempo y con algunas ramas del Roble que ayudaron,
nuestro amigo el Pino logro enderezarse y hoy por hoy, es un Pino muy derecho y muy bello.
Lo peor de estar sin ti
no es que tú no estés aquí,
a mi lado,
llenando mi espacio
con tus huellas;
lo peor de estar sin ti
es no saber
si en este preciso instante,
estás pensando en mí
como yo pienso,
te está doliendo este dolor
como a mí me duele.
Toni García Arias