Un hombre oyó una noche que alguien andaba por su casa.
Se levantó y, para tener luz, intentó sacar chispas del pedernal para encender su mechero.
Pero el ladrón causante del ruido, vino a colocarse ante él y,
cada vez que una chispa tocaba la mecha, la apagaba discretamente con el dedo.
Y el hombre, creyendo que la mecha estaba mojada, no logró ver al ladrón.
También en tu corazón hay alguien que apaga el fuego, pero tú no lo ves.
Rumi.
Mi sueño no tiene sitio
para que vivas. No hay sitio.
Todo es sueño. Te hundirías.
Vete a vivir a otra parte,
tú que estás viva. Si fueran
como hierro o como piedra
mis pensamientos, te quedarías.
Pero son fuego y son nubes,
lo que era el mundo al principio
cuando nadie en él vivía.
No puedes vivir. No hay sitio.
Mis sueños te quemarían.
Manuel Altolaguirre
-Señor, tengo que decirle que el tatuaje que tiene en el brazo es bien aburrido, son solamente números...
-Te diré, cuando me lo pusieron yo tendría tu edad y no lo quite para que quede como recuerdo.
-Ahhh... para recordar tiempos lindos de cuando era niño.
-No... para recordar un tiempo en que el mundo se volvió loco.
Imagínate estar en un país donde tus propios con-ciudadanos siguen la voz de los extremistas políticos
a quienes no les gusta tu religión. Imagínate que te quiten todo lo que es tuyo,
que manden a tu familia a un campo de concentración donde tengan que trabajar como esclavos
y luego, sistemáticamente, los asesinan. En ese lugar te quitaban hasta el nombre
y te ponían un número tatuado en tu brazo. Eso se llama el Holocausto,
cuando millones de personas murieron porque eran de otra religión.
-¿Así que usted se dejo el número para recordar los peligros del extremismo político?
- No, querida. Lo dejé para recordartelo a tí.
Malditos los que invocan a la noche
para admirar tan sólo su negrura.
No ven la luz de las hojas tenues
que alumbran como pequeños dados
el dormitorio de las estrellas.
Vendrá el cierzo que triste deambula
por los orificios de los pozos y murallas,
a derribar el claustro de los cisnes.
Se derrumbará el mar de madreselvas
como se quiebra el fuego entre zarzales,
con el ímpetu ciego de la llama,
con el grito constante de la luna.
Se arqueará la loba que amamanta
los vestigios de un mundo que se muere
y su leche será bebida lejos,
allá donde la noche siempre es noche.
Teresa Domingo Català